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Ronald's Creek

martes, agosto 02, 2005 at 12:00 a.m.

Automito I


Sólo los mitos son aquellos los que me pueden hacer volver atrás.
Mentira, solo es que no sé que se puede escribir como comienzo.

Camino a la cordillera todo se encontraba tranquilo.

El sol brillaba y el camino despejado me permitía poner atención a aquella canción que tanto me gustaba, pero que jamás imagine la posible relevancia que podría tener en lo quedaba de recorrer en el camino.

El manejar era tranquilo.

La música relajada, pero llenaba de energía.

El día estaba despejado y el viento fresco se sentía bien mientras entraba por la ventana abierta del auto.

Como era el primer viaje, desconocía el camino y como todo aventurero que se aprecie, recurrí al fiel mapa caminero que se regalaba en la bencineras por compras superiores a algún valor que no recuerdo y que no es importante en este momento.


Pero aunque no se crea, ese fue el gran error que cometí en ese momento.

El error fue el de abrir el mapa frente a mi y ver con más detalle donde estaba.

Error que hizo que sin darme cuenta apareciera frente a mi, algo que probo el sabor del metal del auto.
Al mirar por el espejo retrovisor, lo vi tumbado en el suelo.
Asustado me baje del auto rápidamente para ver como estaba. Jamás me había ocurrido algo así. Mientras me dijiría corriendo a él me gritaba a mi mismo: "él se me cruzó, él se me cruzó!!".
Al verlo tirado en el suelo traté de reanimarlo con golpes. Al verlo a la cara, no puede entender lo que ocurría, su cara era algo que jamás pensé ver en mi vida. El problema es que no sé como explicar el temor que tuve, que más que paralizarme, me invadió un terror que me hizo correr al auto.
Dentro, traté de hacerlo partir, pero algo había pasado con él. En ese momento pasó lo que nunca entendí y la razón del por qué.
Ellos abrieron los seguros del auto, del auto que por una razón no encendí y que supuse que ellos habían hecho algo para que ocurriese eso. Entraron al auto.
En mi desesperación de no entender de lo que ocurría me pasé rápidamente a la parte de atrás, quizás creyendo que con eso algo podía hacer, estaba equivocado.
Ellos entraron y luego de eso todo oscureció.
En la oscuridad solo mi oído era mi aliado. Pero luego el dolor fue quien me indicó que las cierras estaban penetrando mi cabeza, el dolor era insoportable.
Menos mal que pedí el conocimiento.
Cuando me recuperé, todo atontado y desorientado, sólo me guié por mis instintos y comencé a subir de aquella, al aparecer, ladera de cerro; ya que en mi interior sentía la necesidad de salir de ese lugar lo más rápido posible.
Al llegar a la cima, el sol me cegó y el cansancio y dolor me jugaron en contra.
Al mirar hacia delante, no pude esquivar aquel auto que me embestió y me lanzó por los aires lejos del lugar. Ya no sabía que más esperar, así que me quedé tendido en el suelo por mucho tiempo, perdiendo la noción de esté.
Despertando, miré a mi alrededor.
Lo bueno es que tenía todas la partes de mi cuerpo, ya que todas ellas me dolían.
Me levanté despacio debido al dolor y a la desorientación que tenía. Pero, aún teniendo ésta, me fijé que mi auto estaba estacionado en el mismo lugar donde lo había dejado. Apenas pudiendo caminar, me acerqué a él, me subí y traté de encenderlo sin muchas esperanzas, ya que éstas las había perdido mucho tiempo atrás.
Éste encendió, así que sin desaprovechar la oportunidad, me alejé lo antes posible. Proseguí con mi camino sin tratar de pensar sobre lo que me había ocurrido, ya que era algo que ni yo me creía. Sólo el dolor en mi cuello podía avalar el relato que recuerdo y guardo.
Espero que el mañana me ayude a entender lo que ocurrió.

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