Me pareció extraño que al encender el televisor estuviera el Patito Frez muy feliz hablando del Festival de Viña, pero como tenía sueño, no lo analicé mucho.
Como estaba de vacaciones, era normal despertar tarde y quedarme tranquilamente en la cama haciendo zapping.
Luego de un rato me dio hambre, así que fui a la cocina a buscar esos yogures saludables que me había comprado como parte de mi campaña de “un verano sin polera”. Lo extraño fue que no estaban, y no recordaba haberlos tomado. Entonces agarré una de esas cajas de leche con chocolate que siempre tiene que haber en una casa. Antes de tomarla, como siempre, revisé la fecha de vencimiento:
"03/03/2011"
Al mirar alrededor de la cocina vi que tenía un poco de pan, y se me antojó un pan con queso. Así que saqué el queso del refrigerador, pero al revisar la fecha de caducidad —07/03/2010— tuve que botarlo.
Como tenía antojo de pan con queso, salí de la casa y fui al supermercado de la esquina a comprar un poco, junto con algo de jamón mortadela.
Al entrar, todo estaba como siempre. Fui directamente al sector de los quesos y jamones (creo que, pensándolo bien, estoy siendo muy redundante).
Queso chanco, eso era lo que quería, y además estaba en promoción.
Como buen ser humano, busqué el que tuviera la fecha de vencimiento más lejana.
"07/03/2010" —todos decían lo mismo— pensé.
Fui a ver los jamones. "07/03/2010" otra vez. ¿Qué está pasando?
Me detuve, con un gesto de desconcierto, e intenté entender.
—¿Qué día es hoy?
Cerca de las cajas siempre hay diarios, y como salí sin mi teléfono, fui a mirar uno.
—¿Qué? ¡Es 22 de febrero del 2010!
Salí del lugar.
—¡¡El sábado es el terremoto del 27F de 8,8 en Chile!!
Regresé a casa y busqué mi teléfono.
Decía claramente 22 de febrero.
Lo miré de nuevo, y vi que tenía cinco llamadas perdidas: dos de mi compañero de trabajo, dos de mi novia y una de un número desconocido.
Llamé rápidamente a mi novia para saber qué pasaba. Quizás ella podía darme algo de claridad.
—Hola
—Hola, ¿Dónde estás? —me preguntó—. No te veo conectado en el chat.
—Es que aún estoy en la casa, y...
—¿Aún en la casa? ¿No estás en el trabajo?
—...No, pero me voy de inmediato. Te llamo desde allá. Chao...
—...Chao.
Colgué. Me vestí rápidamente y me dirigí al trabajo.
Era obvio: si hoy era 22 de febrero y por alguna razón pensaba que ya había pasado, algo no cuadraba. La sensación de haber vivido el terremoto era muy real. El terremoto del 27 de febrero. El 27F.
Cuando llegué a la oficina, mi compañero se acercó a mi puesto e hizo la pregunta obvia:
—¿Qué pasó?
—No, nada... o sea, sí, pero ya llegué. ¿Y el jefe?
—¿No te acuerdas que está de vacaciones? Menos mal para ti.
—Tienes razón, ahora lo recuerdo. Vuelve el próximo lunes.
Claro, el lunes 22 mi jefe empezaba su segunda semana de vacaciones. Una semana en la que no pasó nada... aunque, ¿Cómo podría saberlo yo, si aún no comenzaba?
Sentado frente al computador, todo era normal: correos, trabajo, problemas, y mi conexión a GTalk.
—Hoy me desperté pensando que esta semana ya había pasado —escribí en la ventanita del chat.
—Sólo fue un sueño. Hoy es lunes 22. Menos mal que no estaba tu jefe —respondió mi novia.
—Menos mal...
El día transcurrió normalmente, como cualquier lunes. Sin embargo, de vez en cuando, recordaba mi extraño sueño. Ese sueño en el que ya había vivido esta semana. Había sentido el terremoto, visto las campañas solidarias en televisión, esos gestos comunes cuando ocurren catástrofes naturales. Todo eso era muy claro en mi mente. Lo raro era que lo que supuestamente ocurría ese día no lo recordaba bien, porque en el sueño ya estaba en una fecha lejana.
Al llegar a casa, luego de comprar pan, queso y jamón, todo estaba como lo había dejado. Las fechas de vencimiento eran correctas. Todo era normal.
Me preparé un sándwich y lo llevé a la habitación para comerlo mientras veía las noticias centrales de la noche.
Lo mismo de siempre: asaltos, farándula, y... el zapato al ministro.
—Espera... —pensé— esto ya lo había visto.
Me incorporé en la cama para ver mejor la noticia.
—Durante aquella noche, un joven de 27 años de origen kurdo fue detenido por lanzar un zapato al primer ministro de Turquía, Recep Tayyip Erdoğan.
—¡Esto yo sabía que pasaría! Lo leí en el diario el día 23 y me dio gracia, por eso lo recordaba.
Al día siguiente, también vi noticias que ya conocía. Cosas que ya había visto y sabía que iban a pasar.
Realmente no sabía qué pensar. ¿Creer en todo lo que estaba ocurriendo? ¿O atribuirlo todo a una jugarreta de mi mente? ¿Me estaba convirtiendo en una especie de vidente? ¿Eran muchos déjà vus seguidos? ¿O simple coincidencia?
¿Cómo iba yo a saber lo que podía pasar? ¿Cómo podría predecir un terremoto en Chile?
Pensé en publicar esto en una red social, como #Twitter, a ver qué ocurría. Quizás alguien comentaría. En las tardes me aburría, así que solía entrar a ver qué escribían los demás, aunque ya no le encontraba tanto interés.
Lo primero que hice fue publicar en mi cuenta de X (ex Twitter):
“El próximo 27 de febrero habrá un terremoto en Chile.”
Esperé una hora, pero no recibí ninguna interacción. Lo atribuí a mi escaso número de seguidores, así que opté por otra estrategia: usar alguno de los Trending Topics del momento. Redacté:
“Creo que el 27 de febrero habrá un terremoto en Chile.”
Después de unos 17 minutos, recibí dos notificaciones y dos respuestas, pero sólo una me llamó la atención:
—Yo también lo sé. Lo mismo que sabes tú.
No dudé en agregarlo para poder enviarle un mensaje directo.
A los 15 minutos, otra cuenta me notificó que me había agregado: @JUDAS0630.
Lo acepté y le envié un mensaje privado preguntándole cómo sabía lo mismo que yo. Su respuesta fue que lo había soñado, que algo iba a pasar. Según él, lo había visto en unas cartas heredadas de sus ancestros, que anunciaban un gran evento. Me lo contó en cinco mensajes de Twitter.
Como eran muchos mensajes, le pedí su correo electrónico para explicarle lo que me estaba pasando. En ese momento, otro usuario me envió un mensaje directo pidiéndome hablar por interno. Lo dejé para después.
El primero no quiso darme su correo, pero me dio curiosidad. Revisé su perfil y me di cuenta de que era una especie de místico, un lector de cartas de horóscopo, que afirmaba que yo estaba en lo correcto.
Seguí investigando su cuenta y luego su Facebook, que encontré por internet. Vi que ya había contactado a otras personas sobre eventos que supuestamente iban a ocurrir. Algunos le creían, otros no. Así que dejé de conversar con él.
Contacté al otro usuario y le pregunté qué quería. En los 140 caracteres de Twitter me dijo:
—Yo también sé que va a haber un terremoto, pero, al igual que tú, no sé qué hacer.
—¿Pero cómo sabes que va a haber un terremoto? —le pregunté por mensaje directo, intentando filtrar un poco después de la experiencia anterior.
—Al igual que tú, yo ya viví el terremoto —respondió.
Dudé en seguir la conversación, pero justo cuando iba a escribirle para pedirle un contacto más directo, me llegó otro mensaje:
—Esta es la segunda vez que hablo contigo. No soy adivino ni viajo en el tiempo, pero yo ya viví el terremoto. Fue ayer.