El viernes ordené todo, sólo faltaba desenchufar el ventilador.
Recordé que de los lugares anteriores, era el único que siempre me acompañaba; era mi sello en el lugar; si él estaba, era signo que ese era mi escritorio.
Cuando ya estaba todo listo y mi ventilador en una simple bolsa de supermercado, al momento de partir, giré y miré mi escritorio por última vez y pensé: "ese ya no es mi escritorio".
Ahora, en otro lugar, sentado frente a otro PC, me doy cuenta que debo de traer mi ventilador de la casa.
"Aún éste no es mi escritorio" - pensé.
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Piso 23, que buena vista tengo. Pero estas ventanas no se abren. - pregunté.
No, están selladas, ¿y para qué quieres que se abran, si hay tanto ruido afuera. - respondió Andrés.
¿Y qué voy hacer cuando esté estresado y me quiera tirar por la ventana? - sonreí abriendo los ojos.
Es por eso que desde aquel día las tuvieron que sellar, pero siempre está la opción de tomar la silla y romper el vidrio - respondió Felipe tranquilamente mientras seguía leyendo el diario por Internet.
Quité la sonrisa de mi cara.
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